Hash CBD

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De dónde proviene el hash

El CBD puede encontrarse en muchos formatos, algunos más conocidos que otros. Sin embargo, pocos tienen una historia tan extensa y una tradición tan rica como el hachís o las resinas. Si alguna vez te has preguntado de dónde viene esta forma tan característica del cáñamo, cómo se obtiene o por qué conserva tanto interés, este artículo te ayudará a entender el origen del hachís CBD. Qué son las resinas de CBD o hachís CBD Podemos imaginar las resinas como concentrados naturales del cáñamo. Se elaboran a partir de las partes de la planta donde se concentran los tricomas, esas diminutas glándulas que contienen los cannabinoides y los compuestos aromáticos. Al separar y compactar esa resina, se obtiene una masa sólida o semiblanda que conserva el perfil aromático y la concentración característica del cáñamo. A diferencia de otros formatos, el hachís se distingue por su textura densa y maleable, su color que puede variar del dorado al marrón oscuro y su alta concentración natural de cannabinoides. En el caso del hachís de CBD, se emplean variedades de cáñamo con bajo contenido de THC y alto en cannabidiol, lo que permite obtener un producto completamente legal y sin efectos psicoactivos. Cuál es el origen del hachís El hachís tiene una historia que se remonta a miles de años. Su nombre proviene del árabe “hashish”, que significa “hierba seca” o “hierba triturada”. Se cree que las primeras formas de resina se originaron en regiones de Asia Central, como el actual Afganistán, y en zonas del norte de la India, donde los campesinos recolectaban manualmente la resina de las flores del cáñamo. Con el tiempo, la práctica se extendió por las rutas comerciales hacia Persia, el norte de África y, siglos más tarde, Europa. En cada cultura se desarrollaron métodos propios, influenciados por el clima, las variedades locales y las tradiciones. En Marruecos, por ejemplo, el hachís se elaboraba tamizando flores secas, mientras que en India el charas se obtenía frotando la planta fresca con las manos. Esa diversidad de técnicas y estilos dio origen a lo que hoy conocemos como los distintos tipos de hachís, cada uno con un aroma, una textura y un color particulares. En la actualidad, la elaboración moderna combina ese legado artesanal con procesos más controlados y limpios, pensados para obtener productos seguros y legales ricos en CBD. De dónde vienen los distintos tipos de hachís A lo largo del tiempo, el hachís ha adquirido formas y características distintas según la región. Algunas de las más conocidas son: Hachís marroquí: de color claro y textura seca. Se obtiene mediante tamizado y compresión, una técnica que se ha perfeccionado en las montañas del Rif. Hachís afgano: más oscuro y aceitoso, tradicionalmente moldeado a mano y con un perfil aromático intenso. Charas indio: elaborado a partir de flores frescas; su textura es pegajosa y su aroma, muy terroso. Hachís libanés: se caracteriza por un tono más rojizo debido al secado prolongado de las flores antes del tamizado. Hachís nepalí: conocido por su suavidad y su elasticidad; en muchas zonas se elaboraba de forma artesanal con una presión lenta y constante. Cada tipo refleja una parte distinta de la historia del cáñamo, y su diversidad demuestra cómo el entorno, la técnica y la tradición influyen en el resultado final. Cómo se hace el hash de CBD Los métodos actuales para elaborar hachís de CBD son una evolución de las técnicas ancestrales. La base sigue siendo la misma: separar la resina del resto de la planta. Pero los productores modernos utilizan herramientas más precisas para conservar el aroma y la pureza del cáñamo. En la práctica, la elección del método depende del tipo de resultado que se busque: una resina más seca y prensada o una más blanda y aromática. Esa variedad de texturas, tonos y consistencias procede de la unión entre los procedimientos tradicionales y la tecnología moderna. Métodos tradicionales para hacer hash Los métodos tradicionales se centran en separar la resina con medios físicos, sin usar disolventes ni maquinaria. Muchos de ellos se siguen usando hoy, especialmente en la producción artesanal o en lugares dónde este tipo de métodos tienen un fuerte vínculo con su tradición cultural. Uno de los más antiguos es el frotado a mano, típico de India y Nepal. Consiste en deslizar las manos sobre flores frescas de cáñamo, de modo que los tricomas se adhieren a la piel. Luego, la resina se retira manualmente y se compacta en pequeñas bolas llamadas charas. Aunque es un proceso lento, todavía se utiliza en algunas regiones del Himalaya, donde la elaboración se mantiene casi igual que hace siglos. Otro método clásico es el tamizado en seco, muy popular en Marruecos. Las flores secas se golpean o se agitan sobre mallas finas para que los tricomas caigan como un polvo dorado, conocido como kief. Ese polvo se calienta ligeramente y se prensa para formar bloques sólidos de hachís. Esta técnica sigue siendo una de las más comunes en la producción artesanal moderna, ya que conserva buena parte del perfil aromático del cáñamo. También existe la extracción con agua y hielo, una versión más reciente pero basada en los mismos principios físicos. En este método, las flores se mezclan con agua fría y hielo, lo que hace que los tricomas se separen por el cambio de temperatura. Luego, se filtran a través de varias mallas de distinto grosor para obtener diferentes calidades de resina. Aunque la técnica se ha perfeccionado con el tiempo, su esencia sigue siendo natural y sin productos químicos. Métodos modernos para hacer hash Los métodos modernos buscan mantener la pureza del cáñamo, pero con un mayor control de temperatura, humedad y presión. Uno de los más extendidos es la extracción mecánica en frío, donde se usan tambores o vibradores que separan los tricomas con precisión milimétrica, sin alterar sus compuestos. Este sistema permite obtener resinas más limpias y uniformes. Otro método es el rosin hash, que utiliza calor y presión para extraer la resina directamente de

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Tipos de hachís: variedades, orígenes y diferencias entre resinas

El mundo del hachís es mucho más amplio de lo que parece. Aunque a simple vista todas las resinas puedan parecer similares, cada una guarda una historia distinta y un método de elaboración propio. Detrás de cada tipo de hachís hay tradiciones, climas y técnicas que influyen en su textura, color y aroma. Si te interesa entender cómo se elaboran las diferentes variedades y cómo esas técnicas se han adaptado a las variedades de resinas ricas en CBD, has llegado al lugar correcto. Qué define a un tipo de hachís La diferencia entre un tipo de hachís y otro no depende de un solo factor. Intervienen varios elementos: la región donde se produce, el clima, la variedad de cáñamo empleada, el método de extracción y la manera en que se prensa o se deja curar. En zonas cálidas y secas, por ejemplo, el tamizado en seco es el método preferido porque el ambiente facilita la separación natural de los tricomas. En cambio, en lugares más húmedos o fríos, se usan técnicas como el frotado manual o la extracción con agua y hielo, que aprovechan mejor las condiciones del entorno. El resultado es una gama enorme de resinas: algunas claras y sueltas, otras oscuras y compactas, cada una con un perfil aromático y una consistencia que reflejan su origen y el modo en que se trabaja la planta. Qué tienen en común todos los hachís Aunque cada tipo de hachís tiene su propio carácter, todos comparten una misma esencia: la concentración natural de la resina del cáñamo. En cualquier lugar del mundo, el objetivo siempre ha sido aislar los tricomas, esas diminutas glándulas donde se concentran los cannabinoides y los compuestos aromáticos, y transformarlos en una masa compacta que conserve sus propiedades. También los une el respeto por los procesos lentos, donde la paciencia y el control del tiempo son fundamentales. Secar con cuidado, aplicar la presión adecuada y mantener la temperatura justa son pasos comunes a todas las variantes. Además, cada uno conserva un perfil aromático complejo, con una base terrosa y resinosa que distingue al hachís de otros formatos del cáñamo. En sus versiones de CBD, esa herencia se mantiene intacta, lo único que cambia es que poseen menos de 0.2% de THC, eliminando cualquier posibilidad de efectos psicoactivos. Los tipos de hachís más conocidos del mundo Cada región productora de hachís ha desarrollado su propio estilo, y aunque los métodos tradicionales se han modernizado con el tiempo, la esencia de cada uno sigue presente. Conocer sus diferencias permite entender por qué cada resina tiene un carácter tan particular y cómo se aplican hoy en la producción de hachís de CBD. Hachís marroquí El hachís marroquí es probablemente el más reconocido del mundo. Su método clásico es el tamizado en seco, una técnica sencilla pero precisa. Las flores secas se colocan sobre mallas finas y se agitan o golpean suavemente para que los tricomas, las glándulas que contienen la resina, se desprendan y caigan como un polvo dorado, conocido como kief. Ese polvo se calienta levemente y se prensa hasta formar bloques firmes de hachís. El resultado suele ser una resina clara, con tonos que van del dorado al marrón claro, y una textura más seca que la de otros tipos. Su aroma es suave y equilibrado, con matices terrosos y ligeramente especiados. En las versiones de CBD, se sigue el mismo principio, pero utilizando cáñamo con bajo contenido de THC y alto cannabidiol. Hachís afgano El hachís afgano se caracteriza por su color oscuro y su textura blanda y aceitosa. Su elaboración combina tradición y precisión. En Afganistán, los cultivadores separan la resina mediante tamizado, pero después la moldean a mano aplicando calor suave. El prensado continuo le da una textura elástica y un aroma profundo, con notas que recuerdan la madera y la resina natural. Incluso en su versión moderna, inspirada en esta técnica, se mantiene ese proceso de prensado manual controlado, que realza el perfil aromático y la densidad característica del hachís afgano. Charas indio El charas tiene una particularidad: se obtiene de flores frescas, no secas. El método consiste en frotar lentamente las manos sobre los cogollos hasta que los tricomas se adhieren a la piel, formando una capa espesa y brillante. Luego se raspa esa resina y se moldea en pequeñas bolas o cilindros. El charas tradicional sigue produciéndose en regiones del norte de la India, como Himachal Pradesh o Parvati Valley, donde el clima fresco y húmedo favorece esta técnica. Su textura es pegajosa y su aroma intenso, con un perfil más herbal y húmedo que el de los hachís secos. Hachís libanés El hachís libanés se distingue por su color rojizo o dorado, consecuencia de un secado prolongado de las flores antes del tamizado. Ese proceso reduce la humedad y cambia ligeramente la composición de la resina, lo que da como resultado un aroma más dulce y especiado. En la tradición libanesa, el material tamizado se prensa en bloques y se deja curar durante meses, lo que aporta consistencia y uniformidad. El clima seco del valle de la Bekaa favorece esta técnica, que aún hoy se imita en resinas de CBD elaboradas con procesos lentos y cuidadosos. Hachís nepalí El hachís nepalí es famoso por su textura maleable y brillante. Se elabora a mano, aplicando presión continua sobre la resina hasta conseguir una masa flexible. Este prensado largo genera una resina muy homogénea, de color oscuro y superficie lisa. Aunque es menos común fuera del Himalaya, muchos productores artesanales de CBD han retomado este método para conseguir resinas más blandas y con aromas intensos. Su proceso requiere tiempo y paciencia, ya que la calidad depende del equilibrio entre presión y temperatura ambiente. Hachís piatella El piatella es una creación reciente, nacida en España e Italia dentro del panorama moderno del hachís. Su elaboración parte de la extracción con agua y hielo, un método que separa los tricomas sin usar disolventes. Luego, la resina se seca cuidadosamente y se somete a un

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¿En qué se diferencia el cannabis del hachís?

En el mundo del cannabis hay muchos términos que pueden causar confusión. Seguramente has escuchado hablar de cannabis, de hachís, hash, puede que incluso también hayas escuchado sobre el cáñamo. Aunque el cannabis y el hachís provienen de la misma planta, sus características, formatos y formas de obtención revelan diferencias sustanciales e importantes. Entender qué los distingue no solo permite reconocer que estas formas del cannabis tienen formatos y experiencias particulares y responden a tradiciones diferentes, sino que ayuda a comprender su clasificación legal. Veamos, entonces, que es lo que hace única a cada una de estas expresiones de una misma planta. ¿Qué es exactamente el cannabis? El cannabis es la parte floral del cannabis, y probablemente sea la forma más reconocida y extendida de esta planta. Su aspecto, fragancia y textura la han convertido en el derivado más común dentro del universo cannábico, especialmente por su facilidad de cultivo y procesamiento. Lo que define al cannabis no es solo su procedencia, sino la riqueza botánica que encierra cada flor: una estructura compleja donde se concentran tricomas, pistilos y otros elementos visibles que le otorgan su identidad. La parte del cannabis que se conoce como marihuana Cuando se habla de marihuana, generalmente se hace referencia a las flores secas de la planta de cannabis, particularmente de las plantas hembra. Estas flores, también llamadas cogollos, se desarrollan en la etapa de floración y son recolectadas una vez alcanzan su punto óptimo de madurez. Lo que las distingue del resto de la planta es su alta densidad de tricomas, pequeñas estructuras glandulares que producen y almacenan una variedad de compuestos naturales. A nivel botánico, esta parte de la planta representa el mayor valor en términos de concentración de componentes activos y aromáticos. También es importante reconocer que el término “marihuana” se suele referir a la variante del cannabis que tiene mayores cantidades de THC, mientras que “cáñamo” suele usarse para hablar de la variante con más CBD. Aunque ambos son cannabis, e incluso tienen el mismo nombre científico (cannabis sativa), esta diferencia es importante porque en paises como España estas plantas solo son legales si poseen un THC menor al 0.2%, es decir que las plantas llamadas “marihuana” no suelen estar dentro de la legislación vigente. Cómo es el cannabis a simple vista El cannabis puede reconocerse fácilmente por su aspecto floral y fibroso. Sus cogollos tienen una forma irregular, compacta y esponjosa, y suelen estar cubiertos por una capa visible de tricomas que, bajo la luz, pueden parecer cristales diminutos. Los colores predominantes van desde el verde claro al verde oscuro, aunque algunas variedades presentan tonos púrpuras, anaranjados o incluso azulados. Esta variedad de colores se debe a la genética de la planta y a las condiciones de cultivo, como la temperatura o la exposición a la luz. Además de su color, el cannabis se caracteriza por su textura: al tacto, los cogollos son pegajosos, ligeramente resinosos y pueden desprender un aroma fuerte y complejo. Este aroma es el resultado de los terpenos, compuestos que aportan fragancias naturales que varían entre notas cítricas, terrosas, florales o frutales. Todo este conjunto de elementos hace que el cannabis se distinga visual y sensorialmente de otros productos derivados del cannabis. Cómo se obtiene la marihuana a partir de la planta El proceso para obtener marihuana en flores inicia con la cosecha de las flores, una vez que han alcanzado la madurez ideal. Esta recolección suele hacerse de forma manual para conservar la estructura de los cogollos. Luego, las flores se someten a un proceso de secado que permite reducir la humedad interna sin deteriorar los compuestos más volátiles. El secado se realiza en espacios oscuros, ventilados y con temperatura controlada, lo que evita la aparición de moho y favorece una deshidratación gradual. Posteriormente, los cogollos pasan por un proceso de curado. Este consiste en almacenarlos en recipientes herméticos durante varias semanas, abriéndolos de forma periódica para renovar el oxígeno. El curado estabiliza el aroma, suaviza la textura y reduce ciertos compuestos que pueden resultar irritantes. Así, el resultado es una flor seca, con buena conservación y lista para su uso o procesamiento posterior. ¿Qué es el hachís o hash? El hachís, también conocido como hash, es otro de los derivados más antiguos y tradicionales del cannabis. A diferencia de la marihuana, que conserva la flor en su forma natural, el hachís se obtiene al procesar la resina concentrada de la planta. Esta resina es una sustancia pegajosa que recubre los tricomas, y que puede extraerse mediante distintas técnicas, algunas de las cuales tienen siglos de antigüedad. El resultado es un producto compacto, moldeable y con una identidad visual muy distinta a la marihuana. El hachís ha formado parte de múltiples culturas, especialmente en regiones como Marruecos, la India, Pakistán o Afganistán, donde su elaboración se transmite de generación en generación. Gracias a estas prácticas artesanales, hoy existen distintos tipos de hash, con colores, texturas y grados de pureza diversos. Qué parte del cannabis se convierte en hachís El hachís se elabora exclusivamente a partir de la resina natural que producen los tricomas. Los tricomas son unas pequeñas glándulas visibles como puntos brillantes o cristalinos en la superficie de la flor. Allí se concentran muchos de los compuestos característicos del cannabis. Para hacer hachís, no se usa la flor entera ni las hojas, sino que se separa esta capa resinosa de forma mecánica, térmica o manual. Esta separación permite concentrar los elementos más valiosos de la planta en un solo producto, sin los elementos vegetales que caracterizan a la marihuana. Por eso, aunque el origen es el mismo, el contenido y la forma del hachís difieren profundamente. Cómo luce el hachís o hash A diferencia de la marihuana, el hachís no conserva ninguna parte visible de la flor. Se presenta como una masa compacta, que puede variar en forma y color. Su coloración va desde el dorado claro hasta el marrón oscuro o negro, dependiendo del método de elaboración y del tipo de planta

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