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Cómo cultivar plantas autoflorecientes

Las plantas autoflorecientes se han convertido en una alternativa popular dentro del cultivo de cannabis porque no dependen del fotoperiodo, es decir, no necesitan cambios de luz para florecer. Su característica principal es que lo hacen de manera automática al cumplir cierta edad, lo que facilita mucho su manejo y permite ciclos rápidos de entre 8 y 12 semanas. En este recorrido vamos a profundizar en cómo cultivar plantas autoflorecientes, qué etapas atraviesan, cuándo conviene sembrarlas en España, cómo se comportan en interior y exterior, qué errores deberías evitar y cuáles son las dudas más comunes que suelen tener quienes se acercan a estas variedades. La idea es que termines de leer con una visión clara y completa para planificar tu propio cultivo con seguridad y realismo. Preparación para cultivar plantas autoflorecientes Lo primero al pensar en cómo cultivar plantas autoflorecientes es organizar bien el entorno de inicio. Escoger semillas de calidad te dará más estabilidad, ya que no todas las genéticas reaccionan igual al clima ni a los cuidados. Una vez elegidas, hay que decidir el tamaño de la maceta. Con las autoflorecientes no conviene trasplantar, así que lo mejor es usar una maceta definitiva desde el principio, entre 10 y 18 litros. De este modo, las raíces se desarrollan sin interrupciones. El sustrato también marca una gran diferencia. Los mejores resultados suelen venir de mezclas ligeras con perlita, que evitan encharcamientos y ayudan a que las raíces respiren. La clave aquí está en pensar que el inicio del ciclo es como los cimientos de una casa: cuanto más sólidos, mejor se sostendrá todo lo demás. Con esta preparación lista, el camino hacia un cultivo más equilibrado será mucho más sencillo. Etapas del cultivo de plantas autoflorecientes Germinación La germinación es la fase en la que la semilla despierta. Suele tardar entre 2 y 7 días, dependiendo de la genética y las condiciones. Aquí lo más importante es que la semilla tenga humedad, calor suave y oscuridad suficiente. La radícula es la primera raíz que emerge, y en cuanto se asienta en el sustrato, aparecen los cotiledones, esas hojas redondeadas que permiten a la planta iniciar la fotosíntesis. En este momento es frágil: cualquier error de riego o temperatura puede detener su desarrollo. Crecimiento vegetativo Tras la germinación, la planta entra en su fase de crecimiento vegetativo, que dura de 2 a 4 semanas. Durante este tiempo expande sus raíces, engrosa el tallo y produce hojas en abanico que funcionarán como paneles solares. Aunque breve, esta fase es decisiva porque determina cuánta energía acumulará para la floración. En este punto conviene mantener un riego moderado y asegurar que el sustrato esté aireado. Una planta que crece con vigor en este periodo florecerá con más fuerza después. Floración temprana A partir de la tercera o cuarta semana, la autofloreciente inicia su floración sin necesidad de cambios de luz. Este rasgo viene de su genética ruderalis. Lo primero que notarás son pequeños pistilos blancos que asoman en los nudos del tallo. También es habitual que la planta se estire un poco más en busca de espacio y energía. En esta fase, conviene ajustar los nutrientes, reduciendo el nitrógeno y favoreciendo los fertilizantes orientados a la floración. Floración avanzada Entre la quinta y la octava semana, los cogollos empiezan a engordar y los pistilos se multiplican. El aroma se intensifica y la planta dirige prácticamente toda su energía a producir flores. Aquí es clave vigilar la humedad y mantener buena ventilación, ya que el riesgo de hongos aumenta con la densidad de los cogollos. También notarás que algunas hojas viejas amarillean; esto es normal, porque la planta redirige sus recursos a los puntos de floración. Maduración y cosecha La etapa final llega entre la octava y la duodécima semana, dependiendo de la genética. Los pistilos cambian de color hacia tonos ámbar o marrón, y los tricomas pasan de ser transparentes a lechosos y luego a ámbar. Este detalle indica la madurez de los compuestos de la planta. El momento exacto de la cosecha depende del resultado buscado, pero la mayoría de cultivadores esperan a que la mayoría de tricomas estén opacos y con un pequeño porcentaje de ámbar. En este punto, se reduce el riego y se prepara la planta para el corte final. Cuándo plantar autoflorecientes en España En España, lo ideal es plantar entre finales de abril y julio, aprovechando los meses de más luz solar. Si plantas demasiado pronto corres el riesgo de que las heladas retrasen o dañen el crecimiento, y si lo haces muy tarde, las horas de luz del otoño limitarán el rendimiento. Esta ventana de tiempo coincide con la temporada de mayor energía natural, y aprovecharla marca una gran diferencia en los resultados. Condiciones climáticas ideales para plantas autoflorecientes Las condiciones climáticas varían según la región. En zonas mediterráneas, la abundancia de sol es perfecta, aunque la humedad puede favorecer hongos, lo que obliga a vigilar más la ventilación. En zonas del interior, el calor seco puede ser un problema si no se mantiene un riego regular. Y en áreas más frías, como el norte, hay que buscar la ventana más templada para asegurar que la planta complete su ciclo. Adaptar el calendario a cada zona es fundamental para no desperdiciar el potencial de las autoflorecientes. Cultivo en interior vs exterior de plantas autoflorecientes Al momento de decidir cómo cultivar plantas autoflorecientes, una de las dudas más comunes es si hacerlo en interior o en exterior. Ambas opciones tienen ventajas y limitaciones, y la elección dependerá de factores como el clima de tu zona, el presupuesto disponible, el nivel de control que quieras tener sobre el proceso y, por supuesto, la discreción que busques. Comprender bien qué ofrece cada método es clave para aprovechar al máximo el potencial de estas plantas, ya que su ciclo de vida corto exige tomar decisiones acertadas desde el inicio. Interior El cultivo en interior ofrece control absoluto sobre el ambiente: puedes decidir las horas de luz, mantener la

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Cultivo en interior sin armario: los secretos de los expertos

El cultivo de cannabis en interior sin armario es, en pocas palabras, una forma casera de aprovechar una habitación de la casa para las plantas sin necesidad de montar una estructura cerrada. Es un enfoque sencillo, pensado para quienes buscan discreción y practicidad más que un despliegue técnico complicado. La idea es contar con un espacio básico pero funcional, donde se tenga el control suficiente sobre la luz, el aire y el ambiente en general para que el cannabis crezca con buena salud. A lo largo de este texto te explicaremos cómo los cultivadores suelen elegir la habitación más adecuada, qué tipo de iluminación acostumbran a utilizar, de qué manera se organiza la ventilación, cómo gestionan los olores y qué precauciones de seguridad se tienen presentes ¿Por qué cultivar cannabis en interior sin un armario? La idea de cultivar en interior sin armario surge como alternativa cuando los cultivadores prefieren no recurrir a estructuras cerradas y especializadas. En vez de invertir en un armario completo, se aprovecha un espacio ya existente de la vivienda, como una habitación, un trastero o un rincón poco utilizado. Lo que se busca con esta elección no es tanto la sofisticación técnica como la practicidad: un entorno doméstico que pueda mantenerse ordenado, con algo de control sobre la ventilación y la limpieza. Algunas personas valoran la privacidad que ofrece usar un espacio propio sin equipos voluminosos. También influye la seguridad dentro del hogar, ya que un montaje sin armario requiere menos instalaciones adicionales, y la convivencia en edificios compartidos, donde la discreción se convierte en un tema clave.   ¿Qué habitación es mejor para cultivar en interior sin armario? La elección de la habitación es el corazón de este tipo de montajes. De ella depende que todo lo demás pueda funcionar con cierta armonía. Lo que se busca es un espacio sencillo de mantener: fácil de limpiar, discreto y con cierta independencia del resto de la vivienda. En este punto entran en juego la ubicación, el tamaño y hasta pequeños detalles como el orden o el color de las paredes. El lugar que se elige suele pensarse con un par de criterios claros. La privacidad es uno de ellos: cuanto menos tránsito tenga esa estancia, más tranquilo resulta el manejo del espacio. La ventilación natural también pesa en la decisión, por eso las habitaciones con ventana suelen ser habituales, ya que permiten cierta renovación de aire y la entrada de luz solar en momentos puntuales del día. Otro aspecto a considerar es la estabilidad ambiental. Conviene que la habitación no esté demasiado cerca de la cocina o el baño, donde la humedad y el calor fluctúan más. Una ubicación intermedia, alejada de focos de humedad y ruido, facilita que el ambiente se mantenga constante y no dificulte la vida diaria en el hogar. El tamaño y la importancia del orden No existe una medida universal para el espacio. Lo que marcan los cultivadores es que cuanto más amplio sea, más margen hay para moverse y mantenerlo ordenado. Eso no significa que una habitación pequeña no sirva; con algo de organización se puede aprovechar muy bien. Lo esencial es que no resulte agobiante y que la limpieza se mantenga al día. El orden aquí no es un detalle menor. Un cuarto despejado permite que el aire circule mejor y que la higiene se sostenga en el tiempo. Elementos simples, como estanterías firmes, recipientes cerrados o alfombrillas absorbentes, ayudan a que el espacio sea funcional y seguro. Con esa base organizada, después resulta más sencillo incorporar recursos extra, como las superficies reflectantes. Cómo aprovechar las superficies reflectantes para el cultivo en interior Uno de los recursos más mencionados en este tipo de espacios es el uso de superficies que devuelvan la luz. No se trata de complicarse con materiales difíciles, sino de algo tan básico como mantener las paredes claras y limpias. Ese detalle ayuda a que la iluminación se distribuya mejor y se eviten zonas con sombras marcadas. Por supuesto, todo esto se trata de ser prácticos: escoger superficies lavables, resistentes a la humedad y fáciles de integrar en la rutina de limpieza hacen que el espacio funcione sin añadir complicaciones. Con todo esto en mente, puede decirse que una habitación adecuada combina ubicación estratégica, orden constante y un par de trucos simples que mejoran la luz disponible. Iluminación para cultivar en interiores La luz es uno de los factores que más peso tiene en cualquier montaje interior. En los proyectos sin armario, la atención suele dividirse entre lo que aporta la luz natural de una habitación y lo que ofrecen las opciones artificiales. Ambas tienen ventajas y límites, y conocerlas de forma clara ayuda a entender por qué los cultivadores combinan o priorizan una sobre otra según el caso. Luz natural: hasta dónde puede llegar La luz del sol resulta atractiva porque no requiere instalaciones. Una ventana bien orientada, por ejemplo hacia el sur, puede dejar entrar varias horas de sol directo. Eso da una sensación de calidez y naturalidad al espacio. El problema es que la intensidad y la duración de esa luz cambian con las estaciones, la ubicación de la vivienda o incluso con obstáculos externos como edificios cercanos o árboles altos. Por esa razón, muchos cultivadores consideran la luz natural más como un apoyo que como una base confiable. En determinados momentos del año puede ser suficiente, pero en otros se queda corta. Y cuando la radiación entra con demasiada fuerza, el calor acumulado en la habitación se convierte en un reto adicional, lo que enlaza con la necesidad de ventilar y mantener la temperatura estable. Iluminación artificial: regularidad y control Frente a esas limitaciones, la iluminación artificial aparece como una herramienta más constante. Los cultivadores usan tecnologías LED o LEC, que destacan por su eficiencia energética y porque generan menos calor que otros sistemas tradicionales. En estos casos, es muy importante asegurarse de que la instalación eléctrica sea segura y resista la carga de las luces con uso constante. También

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Tipos de tricomas en cannabis: ¿cómo reconocerlos y qué función cumplen?

Cuando observamos una planta de cannabis con detenimiento, hay un detalle que suele atrapar la mirada: esa especie de diminutos cristales que recubren las flores y que, al reflejar la luz, parecen una capa brillante y pegajosa. Esos puntitos microscópicos son los tricomas. Quizá los hayas escuchado nombrar como “la resina” o “el polvillo” que luego da vida a extractos y concentrados, pero en realidad su historia es mucho más interesante. En este artículo veremos todos los secretos naturales que ocultan estas diminutas pero potentes estructuras en las plantas. ¿Qué son los tricomas y dónde aparecen en el cannabis? Los tricomas son extensiones microscópicas de la piel de la planta, como si fueran pequeños pelitos que crecen desde la epidermis. Andre et al. (2016) los describen como prolongaciones epidérmicas que pueden ser de dos tipos: glandulares y no glandulares. La diferencia está en que los primeros producen y almacenan compuestos químicos de gran interés, mientras que los segundos funcionan más como una barrera física. Cuándo hablamos del cáñamo y otros tipos de planta de cannabis, lo más llamativo son los tricomas glandulares, porque en ellos se concentra la producción de cannabinoides y terpenos, es decir, las sustancias responsables de los efectos y aromas que hacen a esta planta tan especial. Los tricomas glandulares: los que concentran la resina Dentro del mundo de los tricomas glandulares encontramos varias formas. Durante años, se habló de tres grandes tipos: bulbosos, capitados-sésiles y capitados-pedunculados. Andre et al. (2016) retomaron esta clasificación clásica y la mostraron como la base para entender cómo se distribuyen. Tricomas bulbosos Son los más pequeños y discretos. Apenas miden unas decenas de micras y suelen pasar desapercibidos al ojo humano, incluso con lupa. Se encuentran incrustados en la epidermis, casi sin sobresalir, y su capacidad de producir resina es limitada. Podrías imaginarlos como las primeras defensas microscópicas, presentes en muchas superficies de la planta pero sin un aporte significativo en la concentración de cannabinoides. Aun así, forman parte del paisaje general de tricomas y cumplen su papel en la protección básica. Tricomas capitados-sésiles Estos tricomas tienen una cabeza globosa asentada directamente sobre la epidermis o con un pedúnculo muy corto, casi imperceptible. Andre et al. (2016) explican que en sus cabezas también se acumula resina rica en cannabinoides, aunque en menor cantidad que en los pedunculados. Visualmente son un poco más notorios que los bulbosos, pero todavía pequeños. Tricomas capitados-pedunculados Son los tricomas más grandes y vistosos, con un pedúnculo bien definido que sostiene una cabeza globosa llena de resina. Cuando observas fotos de cannabis cubierto de una capa brillante, la mayor parte de esa “escarcha” son pedunculados. Andre et al. (2016) señalaron que concentran la mayor cantidad de THCA, mientras que Tanney et al. (2021) demostraron que en flores maduras tienen entre 12 y 16 células encargadas de secretar componentes, lo que les da una capacidad productiva superior a los otros tipos. Estos tricomas son los verdaderos responsables de la potencia y el perfil aromático de la flor. Lo que revela la ciencia más reciente sobre los tricomas glandulares Con el paso del tiempo, la ciencia ha revisado esta clasificación. Tanney et al. (2021) demostraron que lo que antes se llamaba “tricoma sésil” en flores en realidad podía ser un estado previo de un pedunculado. Descubrieron que los sésiles verdaderos en hojas tienen exactamente ocho células en el disco secretor, mientras que los pedunculados maduros en flores poseen entre doce y dieciséis. Los que parecían sésiles en flores inmaduras no son un tipo distinto, sino precursores de los tricomas que más producen cannabinoides. Esta observación es clave porque no solo corrige la clasificación, sino que también permite entender mejor la madurez de la planta y la capacidad biosintética de cada tricoma. Al final, los pedunculados en flor son los que más resina producen y, por tanto, los más buscados cuando se quiere maximizar la calidad del cannabis. Los tricomas no glandulares Aunque los tricomas glandulares acaparan la atención, no son los únicos que existen en las plantas. También están los tricomas no glandulares, que cumplen funciones muy distintas. Andre et al. (2016) los describen como estructuras que no producen ni almacenan resina, sino que sirven de defensa mecánica. Entre ellos se encuentran los unicelulares, que son simples prolongaciones, y los cistolíticos, que suelen contener depósitos de carbonato de calcio y resultan más rígidos. Estos tricomas actúan como una barrera contra insectos, dificultan que algunos animales se alimenten de la planta y ayudan a reducir la pérdida de agua. Aunque no influyen en la potencia ni en el aroma del cannabis, son igual de importantes desde el punto de vista de la supervivencia vegetal. El interior del tricoma: qué ocurre en la cavidad resinosa Una de las cosas más sorprendentes de los tricomas glandulares es lo que ocurre dentro de esa pequeña burbuja transparente que ves en la flor. Imagina que ahí dentro la planta tiene un mini laboratorio natural. En ese espacio se van mezclando y acumulando los compuestos más valiosos: los cannabinoides, como el THCA o el CBDA, y los terpenos que le dan aroma. Las células que rodean la cabeza del tricoma se encargan de fabricar esas sustancias y luego las van liberando hacia la cavidad interna, donde quedan atrapadas como una resina pegajosa. A medida que la flor madura, esa resina va cambiando de aspecto: primero se ve transparente, luego adquiere un tono lechoso y finalmente se vuelve ámbar. Para el ojo entrenado, esos cambios son como un reloj natural que marca el momento justo para cosechar. Los colores como señales de maduración Seguro has oído que los tricomas se miran con lupa para saber cuándo cosechar. Esa práctica tiene respaldo científico. Tanto Andre et al. (2016) como Tanney et al. (2021) describieron cómo el contenido de la cavidad pasa de transparente en etapas tempranas, a lechoso cuando está en el punto de máxima secreción, y finalmente a ámbar o marrón cuando comienza a envejecer. Para el cultivador, estos colores son señales muy claras: cosechar

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Diferencias entre el CBD y el CBDP

Aunque son sin duda los más conocidos, el mundo del cannabis no se limita al CBD y el THC. Detrás de ellos existe toda una constelación de compuestos llamados cannabinoides, cada uno con estructuras químicas distintas y posibles efectos únicos en el organismo. Entre ellos se encuentra el CBDP o cannabidiforol, una molécula que fue identificada hace poco y que hoy despierta curiosidad porque podría diferenciarse del CBD en la manera en que interactúa con el cuerpo. A lo largo de este artículo vamos a repasar qué se sabe de cada uno, en qué se parecen y en qué no, y qué dicen los estudios actuales sobre su potencial. De esta forma, podrás comprender mejor por qué el cannabidiol es tan conocido y el cannabidiforol apenas empieza a abrirse camino. ¿Qué son los cannabinoides CBD y CBDP? CBD es la abreviatura de cannabidiol, uno de los cannabinoides más abundantes y estudiados de la planta de cannabis. Durante años ha sido el foco de numerosas investigaciones que lo relacionan con la modulación de procesos como la inflamación, el dolor y el equilibrio emocional. Hoy en día, el CBD es considerado un cannabinoide de referencia porque aparece en altas concentraciones en ciertas variedades de cannabis y porque su perfil de seguridad ha sido ampliamente evaluado. El CBDP, en cambio, corresponde al cannabidiforol, un cannabinoide mucho más raro. Se detecta en cantidades extremadamente pequeñas dentro de la planta, lo que hace muy difícil obtenerlo directamente. Por esa razón, la mayoría de los estudios actuales se realizan con versiones producidas en laboratorio a partir de otros extractos. En conjunto, tanto el CBD como el CBDP forman parte de esa gran familia de moléculas llamadas cannabinoides que pueden estar dentro del cuerpo, sintetizarse en laboratorios y, por supuesto, aparecer de manera natural dentro de las plantas. ¿Qué es el CBDP y cómo se descubrió? El cannabidiforol pertenece a la familia de los fitocannabinoides, es decir, compuestos producidos naturalmente por la planta de cannabis. Sin embargo, esta distinción es bastante nueva, pues hasta hace muy poco se creía que solo podía obtenerse por procesos químicos en laboratorios. Durante décadas, el CBDP fue solo un concepto químico. Los científicos podían sintetizar moléculas parecidas en el laboratorio, pero no se había confirmado su existencia en la planta. En 2019, un equipo logró detectarlo en pequeñas cantidades en una variedad concreta de cannabis. Según el estudio de Haghdoost et al. (2024), ese hallazgo permitió reclasificarlo como fitocannabinoide natural, aunque aclaró que la mayor parte de los experimentos con CBDP se realizan con compuestos obtenidos de manera sintética. Un cannabinoide raro en la naturaleza La presencia del CBDP es tan mínima en las plantas de cannabis analizadas que buscarlo se parece a intentar encontrar una aguja en un pajar compuesto de muchos otros cannabinoides. Esta rareza es lo que lo convierte en un cannabinoide especial, pues su simple detección ya fue considerada un logro. Que aparezca en cantidades tan bajas también explica por qué aún no lo vemos de forma comercial como ocurre con aceites CBD o flores de CBD que sí están disponibles en muchos lugares. Diferencias estructurales entre el CBD y el CBDP Cuando se comparan dos moléculas, a veces la diferencia está en detalles casi invisibles para nosotros, pero enormes en la escala de la química. El CBD y el CBDP son un buen ejemplo. El cannabidiol tiene una cadena lateral de cinco carbonos, mientras que el cannabidiforol cuenta con siete. Puede sonar como un cambio menor, pero en el mundo molecular estas variaciones pueden modificar la forma en que la sustancia interactúa con los receptores del cuerpo. El interés en este tipo de cambios viene de casos como el del THCP, un cannabinoide que, gracias a una cadena lateral más larga, mostró una afinidad muy alta con los receptores endocannabinoides. Según Haghdoost et al. (2024), se planteó la posibilidad de que algo parecido ocurriera con el CBDP frente al CBD. Sin embargo, los experimentos iniciales no encontraron una potencia significativamente mayor. Esta diferencia estructural, no obstante, sigue siendo la base del por qué el CBDP despierta interés. Comparación de efectos entre el CBD y el CBDP en el organismo Para entender cómo actúan estos cannabinoides, primero hay que recordar que nuestro cuerpo tiene un sistema propio llamado endocannabinoide. Es una red de receptores que ayuda a regular funciones esenciales como el dolor, el apetito, el estado de ánimo o el sueño. El estudio de Haghdoost et al. (2024) se enfocó en comparar la manera en que el CBD y al CBDP interactúan con estos receptores, pero lo hizo in vitro, es decir, en condiciones de laboratorio y no directamente en humanos. Esa comparación nos da una primera idea de cómo podrían comportarse. Interacciones en receptores clave Los resultados mostraron que en los receptores CB1, vinculados principalmente al sistema nervioso, ninguno de los dos generó efectos significativos. En el CB2, más relacionado con el sistema inmune, el CBD mostró una ligera ventaja sobre el CBDP. Cuando se analizaron otros receptores como los de serotonina y dopamina, asociados a funciones emocionales y de motivación, el CBD volvió a mostrar cierta actividad, mientras que el CBDP apenas tuvo efecto. La diferencia más llamativa apareció en el receptor mu-opioide, una proteína clave en los procesos del dolor. Aquí el CBDP no lo activó por sí mismo, pero sí pareció potenciar su señal cuando otras moléculas ya lo había estimulado. A este fenómeno se le llama “modulación alostérica positiva”. El CBD, en cambio, mostró un efecto contrario, tendiendo a reducir la actividad. Este hallazgo abre la posibilidad de futuras investigaciones sobre cómo el CBDP podría complementar a otros compuestos en el manejo del dolor. Investigaciones científicas sobre CBDP y CBD Cuando hablamos de ciencia y cannabinoides, el contraste entre el CBDP y el CBD se vuelve evidente. Uno apenas comienza a ser observado en laboratorios, mientras que el otro ya cuenta con un historial sólido de investigaciones en diferentes campos. Explorar lo que se sabe de cada uno es clave para

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Cómo saber si una planta de cannabis es macho o hembra

En el cultivo de cannabis, reconocer si una planta es macho o hembra es fundamental. La diferencia marca el rumbo de todo el proceso: mientras las hembras son buscadas por sus flores ricas en compuestos aromáticos y resinosos, los machos cumplen una función reproductiva liberando polen que, si alcanza a las hembras, cambia por completo el resultado esperado. Por eso, quienes se dedican a cultivar estas plantas saben que una identificación tardía puede llevar a errores costosos, como la pérdida de una cosecha sinsemilla o la proliferación de semillas no deseadas. A lo largo de este texto se abordará cuándo aparecen las diferencias, qué señales permiten distinguirlas y cómo se pueden observar, tanto con recursos simples como con herramientas especializadas. Qué significa el sexo en las plantas de cannabis El sexo en las plantas de cannabis se refiere a la función que desempeña cada ejemplar en la reproducción. A diferencia de las plantas hermafroditas que contienen órganos masculinos y femeninos en la misma flor, el cannabis pertenece al grupo de especies dioicas, lo que significa que tiene individuos separados: unos que producen polen y otros que generan flores capaces de ser fertilizadas. Las plantas macho forman estructuras reproductivas que liberan polen en el aire. Ese polen viaja y, al entrar en contacto con una planta hembra, fecunda los óvulos que se encuentran en el interior de los cálices. De ese proceso surgen semillas que garantizan la continuidad de la especie. En cambio, las plantas hembra son las que desarrollan las inflorescencias más conocidas, formadas por pistilos que se alargan en busca de polen. Esto explica por qué los cultivadores suelen preferir unas plantas sobre otras para el cultivo de cogollos de CBD. Mientras que el macho se valora por su función reproductiva y por el material genético que aporta, la hembra es más apreciada por su producción de flores resinosas. Cuándo se empiezan a ver las diferencias en el cannabis Aunque las semillas de cannabis no muestran de inmediato si darán lugar a una planta macho o hembra, con el paso de las semanas empiezan a aparecer signos visibles. Estas señales suelen manifestarse en lo que se conoce como preflores, pequeñas formaciones que surgen en los nudos, justo en la unión entre el tallo principal y las ramas laterales. Generalmente, estas preflores comienzan a observarse entre la cuarta y la sexta semana de crecimiento, aunque este rango puede variar. Factores como la genética, la intensidad de la luz o la temperatura influyen en la velocidad con la que la planta desarrolla sus características sexuales. En algunas variedades de crecimiento rápido las diferencias se detectan antes, mientras que en plantas con ciclos más largos puede tardar un poco más. Este momento es especialmente interesante porque marca la transición de la fase vegetativa hacia la fase reproductiva. Entenderlo permite seguir el hilo natural de la planta y apreciar cómo cada ejemplar se prepara para cumplir su función dentro del ciclo de vida del cannabis. Señales para identificar el sexo de las plantas de cannabis Antes de describir las señales específicas de machos, hembras y hermafroditas, conviene tener presente que todas ellas surgen en los nudos y que al principio pueden ser pequeñas y difíciles de ver. Aun así, con paciencia y observación se distinguen patrones claros. Señales de planta hembra Las plantas hembras se caracterizan por desarrollar pistilos. Estos son pequeños filamentos que, en sus primeras etapas, aparecen blancos y delgados, semejando diminutos pelos que se extienden en forma de “V”. Emergen de una base llamada cáliz, y con el tiempo estos pistilos cambian de color hacia tonos anaranjados o marrones conforme avanza la madurez. Otra señal evidente es la formación de cogollos compactos, agrupaciones de cálices que se concentran alrededor de los nudos. En ausencia de polinización, estas flores femeninas continúan engrosándose y produciendo resina. Esa acumulación de compuestos aromáticos y aceitosos ha sido uno de los motivos por los que las hembras han adquirido mayor notoriedad que los machos en la cultura del cannabis. Señales de planta macho Los machos presentan una morfología distinta. En lugar de pistilos, aparecen pequeños sacos redondeados que miran hacia abajo, semejando diminutas bolitas verdes. Estas estructuras son los sacos de polen, que se agrupan en racimos y, con el tiempo, se abren para liberar el polen al aire. En la fase temprana pueden parecer simples esferas, pero su ausencia de filamentos blancos los diferencia con claridad de las hembras. Además, los machos tienden a mostrar estos signos antes que las hembras, lo que facilita distinguirlos si se observa con regularidad. Señales de plantas hermafroditas En algunos casos aparecen plantas con características mixtas. Estas se conocen como hermafroditas y muestran tanto pistilos como sacos de polen en un mismo ejemplar. A veces se concentran en diferentes ramas y en otras ocasiones surgen en la misma zona del nudo. El hermafroditismo puede darse de manera natural, aunque también se asocia a condiciones de estrés como cambios bruscos de luz o temperaturas extremas. Desde un punto de vista biológico, se interpreta como una estrategia de supervivencia: si no hay machos alrededor, una planta con capacidad de generar polen y pistilos asegura su propia reproducción. Cómo observar las diferencias en las plantas de cannabis Una vez que se conocen las señales, surge la duda de cómo observarlas con claridad. Aquí conviene distinguir entre lo que puede hacerse con recursos cotidianos y lo que requiere equipo más especializado. Métodos sin equipo especial (luz, distancia, cámara del móvil) Muchas personas comienzan observando sus plantas a simple vista. La luz natural suele ser suficiente para detectar los pistilos o los sacos de polen, siempre y cuando la planta esté en un estado de desarrollo adecuado. Colocarse a una distancia corta y mirar con detenimiento los nudos permite distinguir las primeras formas. En ausencia de herramientas ópticas, la cámara de un teléfono móvil con modo macro es de gran ayuda. Este recurso amplifica los detalles y hace posible capturar imágenes que luego se revisan con calma, aumentando las posibilidades de notar

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Cómo ver los tricomas sin lupa: estrategias para observar los cultivos

Mirar de cerca los tricomas siempre ha sido una de las formas más fiables de conocer el estado de una planta de cannabis. Lo habitual es recurrir a lupas o microscopios, ya que estas diminutas estructuras no son faciles de observar a simple vista. Sin embargo, muchos cultivadores se preguntan si existen alternativas cuando no se dispone de estas herramientas. Observar los tricomas sin lupa es posible y, aunque requiere un poco más de atención y paciencia, puede aportar información valiosa sobre el punto de maduración. En este artículo exploraremos diferentes maneras de hacerlo, explicaremos qué cambios se pueden identificar y qué significado tienen esos colores y brillos en la calidad final de la planta. ¿Qué son los tricomas y por qué son importantes en la cosecha? Los tricomas son glándulas microscópicas que recubren los cogollos y concentran la resina del cannabis. A simple vista parecen cristales diminutos, pero en realidad funcionan como fábricas vivas. Dentro de ellos se produce una cadena de reacciones bioquímicas que termina con la formación de cannabinoides y terpenos, los compuestos que definen el aroma, las características y los efectos de las Cogollos CBD y otros derivados de la planta. Lo interesante es que estas fábricas no trabajan siempre al mismo ritmo. Al inicio apenas generan pequeñas cantidades de resina, pero conforme los tricomas maduran, su estructura se transforma: las cabezas se agrandan, se desarrollan células especializadas y se crean cavidades internas que actúan como pequeños depósitos grasos. Allí se van acumulando cannabinoides como el THC, el CBD y otros compuestos que poco a poco llenan el tricoma hasta darle un aspecto más opaco. Ese cambio de color que se ve desde fuera es evidencia de que la maquinaria celular está funcionando al máximo. Con el tiempo, el proceso llega a un punto de saturación. Los tricomas ya no solo producen, también empiezan a transformar lo que han acumulado: algunos cannabinoides se degradan en otros, y los terpenos más volátiles se pierden con facilidad. Por eso es tan importante estar atento a los tricomas, porque marcan el momento en que las flores alcanzan su mayor riqueza interna y, por lo tanto, el punto en que ofrecen su máximo potencial. Formas de observar tricomas sin usar lupa Suele pensarse que los tricomas solo pueden observarse con microscopios o lupas de gran aumento, y es cierto que estas herramientas facilitan mucho la tarea. Sin embargo, también existen métodos accesibles para quienes no tienen esos instrumentos a mano. A veces basta con prestar atención a la luz, usar dispositivos cotidianos o incluso fijarse en cambios generales de aspecto. Ver tricomas sin lupa no es un proceso perfecto, pero sí puede dar información útil y sorprendentemente clara si se sabe en qué detalles fijarse. Cambios visibles a simple vista: señales generales Aunque su tamaño es minúsculo, los tricomas presentan diferencias visibles a lo largo de su desarrollo. A simple vista, cuando son jóvenes, suelen aportar a la superficie de los cogollos un brillo casi cristalino, como si estuvieran cubiertos por una capa de azúcar fina. Con el paso del tiempo, ese resplandor cambia, y lo que antes era completamente transparente comienza a volverse más opaco. Esa transformación, aunque no permite ver cada tricoma individual, sí genera un aspecto distinto en el conjunto de la flor. Estos cambios son más fáciles de ver si se hace bajo la luz: los reflejos que antes eran nítidos comienzan a ser más difusos y menos brillantes. Eso es una señal de que los tricomas están avanzando hacia etapas más maduras. Uso de cámaras y smartphones con lente macro La tecnología actual ofrece soluciones prácticas. Muchos teléfonos móviles cuentan con cámaras capaces de captar detalles que antes solo se obtenían con equipos profesionales. Al usar un accesorio de lente macro, o incluso con la función de acercamiento de algunas cámaras de alta resolución, es posible capturar imágenes que muestran con claridad la textura y el color de los tricomas. La ventaja de este método es que permite detenerse en los detalles. Una fotografía puede ampliarse en la pantalla, compararse con otras tomadas en días diferentes y analizarse con calma. Quienes han probado esta técnica comentan que las imágenes macro revelan un universo de pequeñas esferas que cambian de transparencia con el tiempo. De esta manera, observar los tricomas puede convertirse en un registro y análisis a largo plazo. Iluminación y ángulos que mejoran la observación La luz es un factor clave al intentar ver tricomas sin lupa. Una iluminación blanca y estable, como la de una lámpara LED neutra o la luz natural del día, resalta con mayor claridad los brillos y matices de los tricomas. Al mover la planta o cambiar el ángulo desde el que se observa, se perciben variaciones que, de otra forma, pasarían desapercibidas. Algunos cultivadores experimentados suelen recomendar girar ligeramente la flor para observar cómo la luz incide en distintas direcciones. Esa rotación permite notar si los reflejos son completamente claros, si empiezan a volverse lechosos o si aparecen tonos más cálidos. En otras palabras, la combinación de buena luz y perspectiva transforma una superficie aparentemente uniforme en una especie de mosaico lleno de información visual. Estados de maduración de los tricomas Entender los estados de maduración de los tricomas es esencial para interpretar lo que se observa, con o sin lupa. Cada etapa refleja no solo un cambio visual, sino también una modificación en la composición química. Conocer estas fases ayuda a relacionar lo que se ve con lo que está ocurriendo dentro de la planta. Tricomas claros En la primera etapa, los tricomas son completamente transparentes. Su aspecto se asemeja a diminutas gotas de cristal sobre la superficie del cogollo. En este punto, los compuestos activos aún se encuentran en formación, lo que significa que la potencia de la planta está en desarrollo. A nivel visual, el brillo intenso puede resultar atractivo, pero suele ser engañoso, ya que refleja una fase temprana en la que todavía no se ha alcanzado el máximo potencial. Tricomas lechosos Con

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Cómo identificar tricomas listos para cosechar

Los tricomas de las plantas de cannabis son señales valiosas que revelan mucha información sobre el estado interno de la planta. Si alguna vez te has preguntado cómo hacen los expertos para identificar el momento exacto para la cosecha, es gracias a estos diminutos detalles de las flores. Su aspecto cristalino, su color cambiante y su densidad son señales que reflejan procesos bioquímicos internos en los cogollos. A lo largo de este artículo profundizaremos en sus fases, en los cambios que explican su color y en las herramientas prácticas que se usan para saber cuando los tricomas están listos para cosechar. ¿Por qué los tricomas son la clave para la cosecha? Los tricomas son pequeñas estructuras glandulares que producen y almacenan la mayor parte de los compuestos activos de la planta. Entre ellos se encuentran los cannabinoides como el CBD y los terpenos responsables de los aromas cítricos, florales o terrosos que tanto caracterizan a cada variedad. Esto convierte a los tricomas en indicadores de calidad y madurez, porque lo que ocurre dentro de ellos determina el valor final de la cosecha. Si te detienes a observar una flor de cáñamo en diferentes etapas, notarás que sus tricomas cambian de color con el tiempo: pasan de transparentes a lechosos y luego a ámbar. Esta evolución refleja los cambios químicos que vive la planta. En la fase lechosa, por ejemplo, los tricomas concentran la mayor cantidad de cannabinoides y alcanzan su máximo potencial. En la fase ámbar, en cambio, algunos compuestos empiezan a degradarse, lo que modifica su perfil químico. Comprenderlos es como leer un reloj interno de la planta: te dice no solo en qué fase está, sino también qué puedes esperar de su calidad. Etapas de maduración de los tricomas Los tricomas atraviesan un ciclo de desarrollo que va acompañado de cambios visibles en su aspecto. Cada etapa señala un momento distinto de la bioquímica interna de la planta y, en consecuencia, sobre su idoneidad para la cosecha. Fase transparente: inicio de la floración Al comienzo, los tricomas son casi imperceptibles. Se presentan como pequeñas gotas transparentes que cubren tímidamente la superficie de la flor. En esta fase, el cáñamo aún está construyendo sus compuestos internos: la síntesis de cannabinoides recién inicia y los niveles de terpenos son bajos. Dicho de otra manera, la planta está preparando el terreno para lo que vendrá. Si intentaras cosechar en esta etapa, descubrirías flores incompletas, con un perfil químico pobre y un aroma todavía incipiente. Fase lechosa: máxima concentración de compuestos Con el paso del tiempo, los tricomas empiezan a volverse opacos. Esa neblina interna que los cubre es señal de que están alcanzando su plenitud bioquímica. Es aquí donde los cannabinoides llegan a sus niveles más altos y los terpenos expresan todo su potencial aromático. Este momento es considerado por cultivadores y expertos como el punto óptimo de cosecha. Las flores presentan un equilibrio perfecto entre frescura, potencia y complejidad. Fase ámbar: señales de transformación Si se espera más, los tricomas continúan su evolución hasta adquirir un tono ámbar o marrón. Este cambio indica que algunos compuestos, como los cannabinoides, han comenzado a degradarse o transformarse en otras moléculas. Aunque este estado también tiene su valor, ya no conserva la frescura del momento lechoso. Es importante entender que el color ámbar no implica que la flor esté perdida, sino que ofrece un perfil distinto. Sin embargo, quienes buscan flores en su punto máximo de cannabinoides saben que la cosecha debe hacerse antes de estar muy adentrados en esta etapa. Qué ocurre dentro de los tricomas durante la maduración El cambio de color en los tricomas tiene una explicación bioquímica apasionante. Según el estudio de Xie et al. (2023), a medida que los tricomas se desarrollan pasan por una transformación estructural que impacta directamente en su contenido. Los autores describen cómo los tricomas sésiles, más simples y sin tallo, evolucionan hacia tricomas pedunculados, con tallo y una cabeza más compleja. Este cambio morfológico refleja un incremento en la capacidad de producir y almacenar compuestos activos. Dentro de estas estructuras se forman las llamadas “supercélulas”, que son agrupaciones especializadas encargadas de sintetizar cannabinoides y terpenos. Estas células producen cavidades lipofílicas, es decir, espacios que almacenan sustancias grasas. Allí se acumulan moléculas clave como el ácido cannabigerólico (CBGA), considerado el precursor de cannabinoides como el CBD o el THCA. Lo fascinante es que esta acumulación de sustancias modifica la forma en que la luz atraviesa el tricoma. Al llenarse de secreciones densas y aceitosas, el tricoma deja de ser transparente y se vuelve opaco, mostrando el color lechoso característico. En este punto, lo que percibes con tus ojos es el reflejo de una bioquímica intensa que confirma que la flor ha llegado a su madurez. Como vimos antes, el tono lechoso señala la cima del potencial interno. Pero gracias a los hallazgos de Xie et al. (2023) sabemos que detrás de esa señal visual hay un complejo proceso celular que convierte al tricoma en una auténtica fábrica de compuestos. Y es justo en este momento cuando los tricomas están listos para cosechar. Cómo observar los tricomas en el cultivo Ahora bien, entender las fases de los tricomas es un paso, pero poder reconocerlas en la práctica es otro desafío. A simple vista, la flor puede mostrar un brillo general, pero distinguir si los tricomas están transparentes, lechosos o ámbar requiere observación más cercana. La forma más sencilla de hacerlo es con una lupa de mano y buena iluminación. Este recurso permite ver si los tricomas todavía son claros o si ya presentan ese aspecto blanquecino tan esperado. Para mayor precisión, muchas personas utilizan microscopios portátiles, herramientas económicas y fáciles de usar que muestran con nitidez el color de cada tricoma. Aquí el consejo clave es la constancia. Revisar los tricomas cada pocos días en las últimas semanas de floración ayuda a no dejar pasar el momento perfecto. Si se espera demasiado, la mayoría se tornará ámbar y perderás parte del equilibrio bioquímico. Si

Cannabinoides

¿Qué es el THCP?

El mundo de los cannabinoides no deja de sorprendernos. Las investigaciones continúan descubriendo variaciones que revelan un universo de diversidad cada vez más profundo en las plantas de cannabis. Uno de estos nuevos descubrimientos es el THCP, un fitocannabinoide que despertó el interés de la comunidad científica porque podría ayudar a comprender mejor las diferencias percibidas en las experiencias con esta planta. Veamos, paso a paso, qué es el THCP, cómo se describió por primera vez, en qué difiere del THC y qué implicaciones podría tener en la interpretación de la potencia de ciertos extractos. ¿Qué es el THCP y cómo fue descubierto? La primera vez que se habló de este cannabinoide fue en 2019, cuando se publicó el trabajo de los investigadores Citti et al. (2019). La noticia no fue solo que habían identificado una molécula nueva en la planta, sino que la aislaron y la describieron con herramientas analíticas que confirmaban su naturaleza fitocannabinoide. Esto es crucial porque diferencia un hallazgo genuino en la planta de cannabis sativa de los muchos cannabinoides sintéticos que se han desarrollado hoy en día. El equipo mostró que el THCP posee una cadena lateral heptilo (siete carbonos), un rasgo estructural que se convirtió en la pista principal para entender su comportamiento farmacológico. Además, los autores no se quedaron en la estructura: midieron su afinidad por los receptores CB1 y CB2 y observaron cómo se comportaba en el clásico tetrad test en modelos animales, un conjunto de pruebas que explora hipolocomoción, hipotermia, catalepsia y analgesia. En términos simples, Citti et al. (2019) aportan tres piezas importantes para la investigación: primero, la confirmación de que el THCP existe en la planta; segundo, la caracterización química que explica sus diferencias con el THC y por qué podría interactuar con más fuerza con el sistema endocannabinoide; y tercero, realizaron pruebas en modelos animales que indican que los efectos aparecen con cantidades menores que las necesarias con THC. Esa combinación de datos llevó a los autores a proponer una hipótesis sugerente: pequeñas cantidades de THCP en ciertos extractos podrían modular la potencia percibida, lo que ayudaría a explicar por qué dos variedades con igual porcentaje de THC no siempre se sienten igual. Diferencias entre THC y THCP Si te preguntas por qué dos moléculas tan parecidas podrían generar efectos distintos, la respuesta está en su estructura. El THC presenta una cadena pentilo (cinco carbonos), mientras que el THCP incorpora heptilo (siete carbonos). Según Citti et al. (2019), lo interesante es que esta cadena es la responsable de la interacción con los receptores CB1 del sistema endocannabinoide. Esta interacción es la causa de los efectos psicoactivos del THC y los expertos teorizan que la cadena más larga del THCP aumenta la probabilidad de que, a concentraciones equivalentes, se ocupen más receptores y se produzcan mayores efectos. ¿Por qué el THCP podría ser más potente que el THC? Para entender por qué el THCP muestra una afinidad superior, conviene detenerse en lo que Citti et al. (2019) aportan específicamente sobre su interacción con el receptor CB1. En su estudio, realizaron ensayos que cuantifican la firmeza de la unión de cada molécula al receptor. El resultado destacado fue que el THCP parecía tener una afinidad por CB1 varias decenas de veces mayor que la reportada para el THC en condiciones comparables. Esta diferencia sugiere que, a igual concentración, el THCP ocupa un número mayor de receptores, aumentando la probabilidad de que ocurran efectos asociados con el uso de cannabis. Eso es justamente lo que muestran los datos experimentales descritos por Citti et al. (2019). Los análisis que realizaron en modelos animales al aplicar el llamado “tetrad test” que compara efectos sensoriales, parecen respaldar su idea de que el THCP puede causar los mismos efectos que el THC con menores cantidades. Sin embargo, esto aún no ha sido estudiado en humanos. Presencia del THCP en la planta y variabilidad Una de las grandes preguntas tras su descubrimiento fue cuánto THCP existe realmente en la planta. Citti et al. (2019) lo detectaron en cantidades mínimas, lo que indica que no es un cannabinoide abundante. Sin embargo, señalaron que podrían existir variedades con niveles más altos, lo que abre la posibilidad de que influya en la experiencia de algunas plantas específicas. Para quienes buscan usar cannabis con diferentes fines, esto podría ser clave. Si dos productos tienen el mismo porcentaje de THC pero uno incluye cantidades no declaradas de THCP, sus efectos podrían ser muy diferentes. Por eso, los expertos también recomendaron que el THCP se incluya en los análisis de perfil químico, de modo que todos los interesados tengan información más precisa sobre la potencia real de los productos. Investigaciones sobre THCP: lo que se sabe y lo que no Hasta ahora, todo lo que conocemos sobre el THCP proviene de estudios de laboratorio y de modelos animales. Esto significa que hablamos de señales prometedoras, pero poco más que eso. Veamos, de todas maneras, lo que dicen estos estudios. Aplicaciones potenciales del THCP En su revisión científica, Walsh et al. (2021) subrayaron que los cannabinoides menores como el THCP merecen ser estudiados con el mismo rigor que los principales. Destacaron que sus propiedades observadas en laboratorio podrían tener interés para el tratamiento del dolor u otros síntomas, especialmente porque se requieren dosis menores para producir efectos analgésicos. Como vimos antes, Citti et al. (2019) confirmaron en ratones que el THCP reproduce los efectos del THC con mayor eficacia. Sin embargo, Walsh et al. (2021) recordaron que este tipo de hallazgos no pueden confirmarse sin estudios clínicos en humanos. Todavía no se han realizado ensayos conocidos que confirmen su seguridad o eficacia. Riesgos, seguridad y precauciones En el plano de la salud pública, Rossheim et al. (2023) llamaron la atención sobre la forma en que se están comercializando productos que mencionan el THCP como ingrediente. En muchos casos, se ofrecen en un marco legal confuso, con estándares de calidad muy variables y etiquetados poco claros. Ante la falta de técnicas confiables de

Hash CBD

¿En qué se diferencia el cannabis del hachís?

En el mundo del cannabis hay muchos términos que pueden causar confusión. Seguramente has escuchado hablar de cannabis, de hachís, hash, puede que incluso también hayas escuchado sobre el cáñamo. Aunque el cannabis y el hachís provienen de la misma planta, sus características, formatos y formas de obtención revelan diferencias sustanciales e importantes. Entender qué los distingue no solo permite reconocer que estas formas del cannabis tienen formatos y experiencias particulares y responden a tradiciones diferentes, sino que ayuda a comprender su clasificación legal. Veamos, entonces, que es lo que hace única a cada una de estas expresiones de una misma planta. ¿Qué es exactamente el cannabis? El cannabis es la parte floral del cannabis, y probablemente sea la forma más reconocida y extendida de esta planta. Su aspecto, fragancia y textura la han convertido en el derivado más común dentro del universo cannábico, especialmente por su facilidad de cultivo y procesamiento. Lo que define al cannabis no es solo su procedencia, sino la riqueza botánica que encierra cada flor: una estructura compleja donde se concentran tricomas, pistilos y otros elementos visibles que le otorgan su identidad. La parte del cannabis que se conoce como marihuana Cuando se habla de marihuana, generalmente se hace referencia a las flores secas de la planta de cannabis, particularmente de las plantas hembra. Estas flores, también llamadas cogollos, se desarrollan en la etapa de floración y son recolectadas una vez alcanzan su punto óptimo de madurez. Lo que las distingue del resto de la planta es su alta densidad de tricomas, pequeñas estructuras glandulares que producen y almacenan una variedad de compuestos naturales. A nivel botánico, esta parte de la planta representa el mayor valor en términos de concentración de componentes activos y aromáticos. También es importante reconocer que el término “marihuana” se suele referir a la variante del cannabis que tiene mayores cantidades de THC, mientras que “cáñamo” suele usarse para hablar de la variante con más CBD. Aunque ambos son cannabis, e incluso tienen el mismo nombre científico (cannabis sativa), esta diferencia es importante porque en paises como España estas plantas solo son legales si poseen un THC menor al 0.2%, es decir que las plantas llamadas “marihuana” no suelen estar dentro de la legislación vigente. Cómo es el cannabis a simple vista El cannabis puede reconocerse fácilmente por su aspecto floral y fibroso. Sus cogollos tienen una forma irregular, compacta y esponjosa, y suelen estar cubiertos por una capa visible de tricomas que, bajo la luz, pueden parecer cristales diminutos. Los colores predominantes van desde el verde claro al verde oscuro, aunque algunas variedades presentan tonos púrpuras, anaranjados o incluso azulados. Esta variedad de colores se debe a la genética de la planta y a las condiciones de cultivo, como la temperatura o la exposición a la luz. Además de su color, el cannabis se caracteriza por su textura: al tacto, los cogollos son pegajosos, ligeramente resinosos y pueden desprender un aroma fuerte y complejo. Este aroma es el resultado de los terpenos, compuestos que aportan fragancias naturales que varían entre notas cítricas, terrosas, florales o frutales. Todo este conjunto de elementos hace que el cannabis se distinga visual y sensorialmente de otros productos derivados del cannabis. Cómo se obtiene la marihuana a partir de la planta El proceso para obtener marihuana en flores inicia con la cosecha de las flores, una vez que han alcanzado la madurez ideal. Esta recolección suele hacerse de forma manual para conservar la estructura de los cogollos. Luego, las flores se someten a un proceso de secado que permite reducir la humedad interna sin deteriorar los compuestos más volátiles. El secado se realiza en espacios oscuros, ventilados y con temperatura controlada, lo que evita la aparición de moho y favorece una deshidratación gradual. Posteriormente, los cogollos pasan por un proceso de curado. Este consiste en almacenarlos en recipientes herméticos durante varias semanas, abriéndolos de forma periódica para renovar el oxígeno. El curado estabiliza el aroma, suaviza la textura y reduce ciertos compuestos que pueden resultar irritantes. Así, el resultado es una flor seca, con buena conservación y lista para su uso o procesamiento posterior. ¿Qué es el hachís o hash? El hachís, también conocido como hash, es otro de los derivados más antiguos y tradicionales del cannabis. A diferencia de la marihuana, que conserva la flor en su forma natural, el hachís se obtiene al procesar la resina concentrada de la planta. Esta resina es una sustancia pegajosa que recubre los tricomas, y que puede extraerse mediante distintas técnicas, algunas de las cuales tienen siglos de antigüedad. El resultado es un producto compacto, moldeable y con una identidad visual muy distinta a la marihuana. El hachís ha formado parte de múltiples culturas, especialmente en regiones como Marruecos, la India, Pakistán o Afganistán, donde su elaboración se transmite de generación en generación. Gracias a estas prácticas artesanales, hoy existen distintos tipos de hash, con colores, texturas y grados de pureza diversos. Qué parte del cannabis se convierte en hachís El hachís se elabora exclusivamente a partir de la resina natural que producen los tricomas. Los tricomas son unas pequeñas glándulas visibles como puntos brillantes o cristalinos en la superficie de la flor. Allí se concentran muchos de los compuestos característicos del cannabis. Para hacer hachís, no se usa la flor entera ni las hojas, sino que se separa esta capa resinosa de forma mecánica, térmica o manual. Esta separación permite concentrar los elementos más valiosos de la planta en un solo producto, sin los elementos vegetales que caracterizan a la marihuana. Por eso, aunque el origen es el mismo, el contenido y la forma del hachís difieren profundamente. Cómo luce el hachís o hash A diferencia de la marihuana, el hachís no conserva ninguna parte visible de la flor. Se presenta como una masa compacta, que puede variar en forma y color. Su coloración va desde el dorado claro hasta el marrón oscuro o negro, dependiendo del método de elaboración y del tipo de planta

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¿Qué es el CB9 y en qué se diferencia del CBD?

El mundo de los cannabinoides es muy amplio. Las investigaciones y experimentaciones están descubriendo e incluso formulando nuevos compuestos todo el tiempo En los últimos meses, uno de ellos ha comenzado a aparecer en foros y tiendas online que ofrecen productos relacionados con el cannabis: el CB9. Algunos lo presentan como un derivado del CBD con efectos psicoactivos suaves, como un nuevo integrante del mundo cannábico que despierta curiosidad. Sin embargo, si has investigado un poco más a fondo, habrás notado que la información disponible es confusa y, lo más importante: no suele tener respaldo científico. Sí has escuchado sobre el CB9 y quieres saber lo que realmente es, estás en el lugar adecuado. En este artículo vamos a guiarte para que descubras qué es el CB9, qué se comenta en internet, cuáles son sus diferencias con el CBD y lo que dice realmente la ciencia sobre él. CB9: Un nuevo cannabinoide popular El CB9 es uno de esos nombres que aparecen de pronto en la comunidad cannábica digital y generan conversaciones entre entusiastas y compradores. En foros y páginas especializadas se repite que es un cannabinoide nuevo, relajante y con efectos psicoactivos suaves. Algunos dicen que es un cannabinoide natural que se encuentra en la planta, otros que es un cannabinoide sintético. Esta mezcla de rumores y datos escasos ha creado un aura de confusión, pero también de curiosidad alrededor del CB9. En Maionais nos importa tu confianza y conocimiento, por eso hemos rastreado el que es hasta ahora el único estudio científico que ha identificado de forma puntual y sus conclusiones aún son limitadas. Lo que te podemos adelantar es que se trata de un cannabinoide sintético. ¿Qué significa eso? Para entenderlo mejor, primero hay que conocer cómo surgen estos compuestos. ¿Qué son los cannabinoides sintéticos y semisintéticos? Antes de centrarnos en el CB9, conviene entender qué significa que un cannabinoide sea sintético o semisintético. Esto te ayudará a comprender por qué surgen nombres nuevos en el mundo del cáñamo con tanta frecuencia. Los cannabinoides sintéticos son compuestos creados en laboratorios que buscan imitar la estructura y efectos de los cannabinoides que sí están en la planta de cannabis, como el THC o el CBD. A diferencia de los naturales, no se encuentran naturalmente en la planta de cannabis: son resultado de investigación y síntesis química. Sin embargo, vale la pena resaltar que, a veces, algunos de estos compuestos son sintetizados en laboratorio y tiempo después se identifican en la planta. Este, por ahora, no es el caso del CB9, que no se ha encontrado en el cannabis (Dadiotis et al., 2025). Estos compuestos forman parte de las sustancias psicoactivas emergentes, que llegan al mercado antes de ser estudiadas a fondo. Se crean con ligeras variaciones químicas para diferenciarse de los cannabinoides conocidos, lo cual los plantea como novedades interesantes, pero también los ubican en lugares ambiguos en términos de legalidad y seguridad. ¿De donde vienen los cannabinoides como el CB9? Podemos resumirlo así: los cannabinoides sintéticos son moléculas diseñadas por el ser humano que intentan imitar lo que la planta hace por sí misma. Para quienes exploran este mundo, representan innovación y curiosidad, aunque aún falta información científica sobre ellos. Su fabricación suele ser más sencilla de lo que parece. Primero, se parte de moléculas base ya conocidas y se modifican químicamente para obtener un nuevo compuesto. Por esta razón se dice que el CB9 viene del CBD, pues sería esta la molécula original del que se partió para modificarlo hasta llegar a este compuesto nuevo. ¿Qué se dice sobre el CB9? Al buscar qué es el CB9, lo que más se encuentra son descripciones en foros y tiendas online que lo presentan como una novedad del mundo cannábico, llena de potencial e interés. Además de lo ya comentado, muchas páginas mencionan más supuestas características que lo hacen llamativo para la comunidad. Supuestos efectos y beneficios En los sitios web y foros que mencionan al CB9, se le atribuyen diversos beneficios potenciales, aunque ninguno respaldado por evidencia científica. Entre las descripciones más repetidas se encuentran: Bienestar general y relajación: Se menciona que podría favorecer la sensación de calma y contribuir a aliviar el estrés. Euforia ligera y percepción sensorial alterada: Algunas páginas indican que, a diferencia del CBD, sí posee efectos psicoactivos, aunque serían más suaves que los del THC. Posible apoyo en el descanso: Se sugiere que podría facilitar el sueño y ayudar a quienes tienen dificultad para relajarse al final del día. Potencial en el bienestar: Algunos sitios hablan de potenciales propiedades antiinflamatorias, neuroprotectoras y ansiolíticas, y se menciona su posible utilidad en dolor crónico o afecciones neurodegenerativas. Todos estos son potenciales beneficios que se reportan generalmente en muchos otros cannabinoides, y ampliamente estudiados en el caso del CBD (Blebea et al., 2024). Eso podría indicar que otros cannabinoides novedosos podrían compartir dichas características. Sin embargo, el CB9 aún no ha sido estudiado para ninguno de estos propósitos y estas afirmaciones no están respaldadas por la ciencia. Supuesta composición y origen La mayoría de páginas que hablan de él vinculan el CB9 con el CBD y se menciona como un derivado o evolución de este cannabinoide natural. Algunos textos explican que sería parte de una generación de compuestos inspirados en el cannabis, combinando semisíntesis y modificación de moléculas conocidas. También se difunden comparaciones con otros cannabinoides como CBG o CBN, insinuando que CB9 estaría en un punto intermedio entre los efectos relajantes y una ligera estimulación. Sin embargo, una vez más, la certeza de estas afirmaciones aún no está comprobada. Lo que revela la ciencia sobre el CB9 Al ser un cannabinoide que apareció tan recientemente, aún no hay muchos estudios al respecto. Sin embargo, recientemente un estudio científico logró analizarlo junto a otros 3 nuevos cannabinoides que aparecieron en el mercado europeo (Dadiotis et al., 2025). A continuación, te explicamos sus hallazgos y afirmaciones. Identificación del CB9 y cómo se descubrió Los investigadores confirmaron que el CB9 es un cannabinoide semisintético, es decir,

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